OPINIÓN. Hidrovía Amazónica: Medidas concretas para evitar impactos concretos
Este viernes 12 de abril, el SENACE publicó sus observaciones al último EIA presentado por el concesionario, quien tiene 10 días hábiles para levantarlas, de lo contrario el EIA no sería admitido para ser evaluado
Escribe: Verónica Portugal Decheco (DAR).
A la luz de recientes conflictos sociales, como el de las Bambas, la participación efectiva de la población en los procesos de evaluación de impacto ambiental y en la implementación de los proyectos de inversión en infraestructura y extractivas, cobra mayor relevancia.
Sin embargo, evaluando el desarrollo de proyectos actuales como la Hidrovía Amazónica, primer gran proyecto de acondicionamiento de la navegabilidad en la Amazonía, aún se evidencia que las empresas y consultoras deben mejorar el cumplimiento de las obligaciones presentes en la normativa nacional. Sobre todo considerando que con el proyecto se podría afectar la seguridad alimentaria, transporte tradicional, biodiversidad y modos de vida de más de 424 comunidades de 14 pueblos indígenas que participaron en el proceso de consulta previa del 2015 del proyecto.
El 4 de abril último ingresó al SENACE por segunda vez el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) de dicho proyecto, luego de que el EIA presentado en diciembre de 2018 fuera declarado no admitido por dicha institución, ya que el proceso de participación ciudadana no había culminado al quedar pendiente el taller informativo de Nauta.
A partir de una revisión preliminar del primer EIA presentado se pudo advertir que no incluía información actualizada sobre el número de “malos pasos” o áreas donde se realizaría el dragado o remoción del fondo de los ríos, ni de los lugares donde se verterían los sedimentos removidos, siendo el impacto de esta actividad una de las principales preocupaciones de la población.
En ese sentido, dicho EIA demostró poco entendimiento de la cultura de los pueblos de la amazonía y un pobre enfoque intercultural, y como resultado ha tenido dificultades para la incorporación de acuerdos de consulta tales como la inclusión de saberes indígenas en el EIA, y la identificación de impactos antropológicos y culturales.
Asimismo, en el capítulo de caracterización de impactos, se señalaba la generación de miedos y temores en la población al ver que el agua se volverá más turbia, sin sustentar técnicamente por qué el impacto se daría solo a nivel de percepción de las personas. Esta lógica conllevaba a que las principales medidas propuestas para mitigar dicho “impacto” fueran actividades informativas y no medidas adecuadas para evitar la afectación de la alimentación y el consumo de agua de las poblaciones.
Entonces, vale la pena preguntarnos si en el nuevo EIA presentado ¿se incluirá información técnica actualizada de los ríos amazónicos y del impacto del dragado? ¿se identificará adecuadamente los impactos culturales y en la alimentación? ¿se señalarán mecanismos de mitigación de impactos óptimos? ¿Se respetarán los acuerdos de consulta previa?
Lo cierto es que para que un proyecto sea viable y sostenible es necesario que cumpla con altas salvaguardas ambientales y sociales, que demuestre que no afectará los derechos fundamentales de la población a la vida, a la salud y a un ambiente sano, cosa que hasta el momento no se ha cumplido.